miércoles, 12 de octubre de 2011

La mesa compartida


La mesa compartida.
 Una de las carencias más importantes de este vertiginoso tiempo, es la pérdida de la mesa compartida. Es difícil que todos los miembros de la familia logren compartir al menos una comida diaria. La mesa familiar es una gran oportunidad para recrear un espacio de intimidad, previendo dejar de lado a la hora de comer, los conflictos, reclamos y caprichos.
 Es el lugar para compartir la misma comida, incorporar alimentos variados y prevenir desórdenes alimentarios. Por supuesto, debe prescindirse en ese momento de la televisión, los celulares e internet. Esto permite afianzar los canales de comunicación, esos que en etapas críticas como la adolescencia de los hijos, los padres reclaman sin advertir que antes no se preocuparon de ello.
 Si un miembro de la familia sigue una dieta por razones de salud, es importante que no se extienda a todos, especialmente a los niños y adolescentes. No se puede consumir sólo productos light o desterrar el azúcar en la alimentación de chicos que está creciendo. Si es necesario por salud, que siempre sea con indicación médica. Seguramente se le ofrecerá un plan alimentario equilibrado que incluya todo lo que necesita.
 Un error muy frecuente en los padres, es el de utilizar la comida como premio o castigo. Nada más desacertado. Restringir a un pequeño de alimentos que le gustan mucho porque cometió una falta, deja una huella indeleble en la memoria emotiva del niño. Seguramente un chico que padece trastorno por atracón, elegirá para su ingesta compulsiva  ese alimento que se le prohibía.
 Existen recursos para celebrar un logro o poner límites, más apropiados. La comida es necesaria en toda su variedad, incluso de esos alimentos que hoy tienen tan mala prensa por poco nutritivos e hipercalóricos. Valen por el disfrute que aportan, suprimirlos totalmente sólo incrementa el deseo de comerlos.
 Tan importante como los hábitos alimentarios son los mensajes de amor y confianza en sí mismos que los hijos obtienen de sus padres y del entorno.
 Si constantemente nuestras conversaciones están relacionadas con la imagen física, ellos entienden que este es el principal parámetro por el que valorarse a sí mismos y a los demás. Es bueno transmitirles otros referentes, historias y obras de personas que se destacan por su calidad humana, por su actividad intelectual, por su disciplina deportiva, en síntesis por su esfuerzo y responsabilidad.
 En este punto, acompañarlos en la búsqueda de una vocación, de una disciplina deportiva que los entusiasme o el aprendizaje de un arte u oficio les reporta más gratificación a largo plazo. También plantean desafíos en los que se pone en juego la creatividad, la incorporación de pautas y el trabajo en equipo, tan necesarios para el mundo adulto.
 Se ha comprobado en estudios abordados desde la corriente de la psicología positiva que los adolescentes que tienen actividades que implican cierto esfuerzo y aprendizaje, desarrollan una sana autoestima y tienen menos probabilidades de caer en depresión que aquellos que eligen la tentadora oferta de disfrute inmediato y sin esfuerzo ( videojuegos, televisión, navegar internet, visitar centros comerciales).
 Siempre es importante darle a los chicos un grado de libertad y autonomía necesarios para su maduración pero sin  descuidar la contención y los límites.
                                                                                                    Dra. Juana Poulisis

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